Ir al contenido
Universidad de Chile

El fallecido realizador fue funcionario y académico de la Universidad de Chile entre 1964 y 1973

Héctor Ríos: La historia de un director de fotografía

Héctor Ríos: La historia de un director de fotografía

Con el objetivo de rendir un homenaje al destacado cineasta nacional, revivimos la íntima entrevista que el académico, cineasta y ex director de la Carrera de Cine y Televisión del Instituto de Comunicación de Imagen, Carlos Flores, le hizo el año 2000 para la revista especializada "The End".

Filmando un match de Box, Billy Bitzer descubrió que podía aprovechar la iluminación del ring para fotografiar sus películas. En 1915 filmó, junto a D. Griffit, El Nacimiento de una Nación. Bitzer es el primer director de fotografía del cine americano.

Cincuenta y tres años después, en 1968, Miguel Littin filmó El Chacal de Nahueltoro, una de las películas más notables de la cinematografía latinoamericana. El director de fotografía fue Héctor Ríos.La historia de Héctor Ríos es larga y curiosa. Se tituló de Técnico Electricista en la Universidad Técnica del Estado, trabajó en Chilectra, fue escenógrafo de teatro y estudió Cine en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma junto a Almendros y Tóvoli. Con el escritor Manuel Puig vio filmar a Visconti y Antonioni escondido entre los decorados de los estudios Cinecittá. Ha realizado largometrajes de ficción, documentales, video clips, cortometrajes y publicidad en Chile, Bolivia, Venezuela, Honduras y Perú. Ha escrito libros, dictado cursos y talleres de cinematografía en Chile y el extranjero.

Pero sin duda, la acreditación más importante de su círculo es ser el maestro de varias generaciones de cineastas chilenos.

El 5 de julio, en la celebración del Día Nacional del Cine, la Plataforma Audiovisual le entregó el premio Jorge Müller, que Héctor aceptó con su modestia de siempre.

Estabas emocionado –le dije.

"¿Emocionado? –me aclaró- estaba llorando. Recibir el Premio Jorge Müller fue un llanto. Me estaban entregando una estatuilla que es un símbolo de un amigo asesinado y desaparecido". El público que repletaba el Cine Arte Alameda lo aplaudió de pie por largos minutos. Cuando vi a Héctor Ríos, tratando de detener el llanto y avanzando por el escenario para mostrar la estatuilla del premio, recordé una aseveración que le escuché hace muchos años: "El oficio de fotógrafo te exige ser abierto y perceptivo. Requiere una cultura amplia y una gran sensibilidad". Héctor ha sido leal a esta exigencia que le transmitió a sus alumnos, amigos y colegas. Por eso este premio. Por eso este público, en su mayoría joven, que lo aplaudió con tanto cariño.

Vi por primera vez a Héctor Ríos mientras filmaba las últimas secuencias de El Chacal de Nahueltoro. Me llamó la atención lo formal de su ropa y de su corte de pelo en relación al extravagante estilo del grupo de técnicos que lo acompañaba. Héctor estaba revisando una cámara ARRI 2C, y su actitud era la de un médico atendiendo un paciente.

Su actitud corporal y su ropa eran más la de un cirujano que la de un camarógrafo. Desde entones hasta hoy hemos participado en muchos proyectos, entre ellos esta entrevista.

¿Cómo tomaste la decisión de estudiar cine?

Mira Carlos, yo creo que fue una combinación de equívocos y, a veces, hasta de torpezas. Cuando emigré a Italia, no tenía nada claro, finalmente no es que uno decida, uno solo tiene intenciones.

¿Cómo fue eso?

Yo era Técnico Eléctrico y trabajaba en Chilectra. Era un espectador de cine común y corriente. Me gustaba el teatro, la literatura. No tenía interés especial por el cine. Mi idea era ser escenógrafo e iluminador de teatro, no había hecho nada de fotografía. Nada.

¿Entonces no te fuiste a Italia a estudiar cine?

Para mi viaje a Italia junté todo el dinero que tenía y pedí un permiso indefinido en Chilectra y me fui. Tenía aproximadamente 27 años. Con poco y nada de recursos, fui a la Academia de Arte Dramático en Roma, que no me recibió porque no preparaban escenógrafos. Pero sí lo hacían en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma, donde me aceptaron, pero finalmente no me matriculé en escenografía sino en cámara. Era un estudiante muy pobre. Todavía recuerdo el hambre que pasaba.

¿Pero la actividad en la escuela era interesante?

Sí. Tuve la oportunidad de conocer personajes formidables (Néstor Almendros, Tóvoli y Manuel Puig). Con Almendros mantuve una gran amistad hasta su muerte. En mi escuela se filmaba bastante y se hacían cortos muy buenos. Recuerdo uno sobre Ana Frank, que quedó muy bien. Lo dirigió un alumno, el elenco de actores profesionales era impresionante. Yo hice la cámara. Siempre hice mucha cámara; afortunadamente demostré tener condiciones en encuadre y composición.

¿Cuánto tiempo estuviste en Italia?

Dos años. Cuando terminé el segundo año, se me deshizo esa especie de pompa de jabón. Tenía que volver a Chile. Yo era soltero, no necesitaba mucho dinero, pero mi familia necesitaba mi apoyo. Entonces me pareció que me había embarcado en una aventura que parecía no tener destino. Yo volví a un país en que no se filmaba nada (1958).

¿Cuál fue tu primer trabajo como director de fotografía?

Fue con la película Un Niño, un guerrillero y un caballo, de Helvio Soto, en 1964. En ese año aumentó la actividad cinematográfica. Empecé a acercarme al Departamento de Cine Experimental de la Universidad de Chile. Fue en 1968 cuando filmé El Chacal de Nahueltoro, con Miguel Littin. En esa película se nota una homogeneidad visual. Se nota el director de fotografía. Con El Chacal de Nahueltoro se produce un cambio radical, no solamente en el modo de filmar y de iluminar, sino también en la forma de dirigir y editar. En El Chacal del Nahueltoro hay una constante de la identificación con el lugar, la búsqueda de un estilo que pasa por el testimonio, por el documental. Hay una visualidad que imprime la cámara en mano con sus movimientos inesperados. Tuve que filmar con una tremenda intuición y un deseo de que no se me escapara nada. Afortunadamente en esa época yo estaba joven y me había preparado para hacer cámara en mano.

¿Por qué te interesaba filmar con la cámara en la mano y no en un soporte mecánico como el trípode, por ejemplo?

Yo sentía que por ahí venía la cosa. Tenía la influencia del Cinema Novo de Brasil. Despedirse del trípode, porque la presencia de este ojo escrutador que busca en la escena el punto más feliz para encuadrar, tiene que ser confiado al pulso, al ojo, a la emoción y al sentido de la composición. No compartirlo con el trípode.

Y ¿Cómo te preparaste?

Pedía ayuda a la mejor gente posible. Recurrí a los Mimos de Noisvander para que me enseñaran a caminar al modo como ellos lo hacen. Hablé con Jaime Schneider que era uno de los miembros del grupo y él me enseño a caminar como mimo y me hizo clases de gimnasia.

Héctor ¿Cómo se construye el oficio de Director de Fotografía?

Yo pienso que el oficio se forma en base a una cultura muy amplia, o sea, se requiere ser muy abierto, receptivo y sensible a toda expresión de arte. No basta con saber componer, encuadrar o llevar una cámara, lo importante es el sentido de la plástica. Saber qué se considera que cierta luz es apropiada y es mejor que otra. Por qué hay horas mejores para filmar en exteriores y hay otras que son malas. Yo fui absorbiendo todo, de todas partes, como una esponja.

Héctor Ríos tiene más de setenta años, vive con Magies, su esposa y compañera de toda la vida, tienen una hija y una nieta que viajan a ver semana a semana a Villa Alemana. Hace dos años filmó El Hombre que imaginaba, un largometraje de Claudio Sapiain. Esta lleno proyectos y de energía. Está sano y contento. Cargado de premios y homenajes.

"¿No me iré a morir?" –me dice bromeando. Le cuesta admitir que su vida ha sido exitosa y que todo el mundo lo quiere.

Caro Héctor. ¡Bravo!

Lee también:


Mundo del Cine y la Televisión lamentan fallecimiento del destacado cineasta Héctor Ríos - Instituto de Comunicación e Imagen - Universidad de Chile

Descrito como uno de los profesionales más importantes del mundo audiovisual chileno según la página especializada Cine Chile, fue maestro de varias generaciones, dejando un legado de películas y