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Universidad de Chile

Crónica:

El esplendor de los futuros inciertos

El esplendor de los futuros inciertos

El estudiante de segundo año de la carrera de Periodismo, Christopher Jerez Pinto, realizó esta crónica en el Taller de Microprogramas Radiales realizado a estudiante de 3ero medio del Colegio Malaquías Concha en la Radio Juan Gómez Millas, en el marco de la inauguración del Programa PACE de la Universidad de Chile.

Me dirigía a toda velocidad –atrasado- a la Casa Central de la Universidad de Chile. La verdad es que, luego de la reunión para coordinar la actividad, no me había quedado del todo lo qué tenía que hacer.  Sabía, a grandes rasgos, que el programa PACE serviría como alternativa a miles de jóvenes para entrar a la educación superior. Lo encontré notable, al fin y al cabo, yo ingresé a la universidad de forma similar. Pronto conocería a los posibles benefactores de esta oportunidad y más tarde escribiría sobre ellos.

Llegué a Casa Central, recibí mi credencial de cronista y empecé a buscar el curso que debería seguir, conocer y, de cierta forma, entretener en las distintas actividades. Estaban todos repartidos entre el cooffe break y la Feria Vocacional. “Son los de polera verde. Son súper pelusones y buena onda”, me dijeron Techy y Anexi, monitoras del curso y también mis compañeras de carrera. Era el tercero medio del Liceo Malaquías Concha de La Granja.

Con el dato que me habían entregado en mente, comencé a seguirlos por la feria para saber más o menos qué les interesaba y conocer sus intereses. No se veían muy convencidos en ninguno de los stands, retiraban folletos y comentaban entre ellos sin muchas expectativas evidentes. Sorpresivamente las carreras tradicionales no capturaban la atención de los jóvenes. Las carpetas de los estudiantes eran meros recipientes de papeles e información que no parecía motivarlos lo suficiente.

Tras unos minutos de observación, me presenté al curso. Mi estancia ante ellos no parecía incomodarlos y respondían mis preguntas sin reproches ni cuestionamientos. Al llegar, me presenté ante Cecilia y Jaqueline, quienes estaban sentadas en una banca cercana. La primera, embarazada de ocho de meses conversaba con sus compañeros sobre una fiesta a la que no podría asistir por la llegada de su bebé. Al mismo tiempo, discutía con sus más cercanos el posible nombre de su futuro retoño. Al parecer, “Mateo” era el que corría con ventaja.

Como la “matea” del curso era conocida Cecilia. No tenía la claridad de lo que quería estudiar, pero tras dar varias vueltas por la feria, parecía estar inclinada hacia las ciencias sociales, especialmente Trabajo Social. Carrera que le agrada por la relación con las personas y sus ganas de ayudar. Esta joven, al igual que miles de secundarios, ve en el programa PACE una real y factible alternativa para cambiar su vida y lograr lo que sin este tipo de ayuda se ven muy lejano.

Por su parte, Jaqueline llegó hace siete años a Chile desde Perú y había entrado al liceo sin mayores complicaciones. Quería estudiar Periodismo y tenía una clara fijación por los temas esotéricos. Una larga conversación donde me analizó y aconsejó según mi signo zodiacal hizo que se ganara rápidamente mi cariño. Detalles distintivos en ella eran su alegría, buen humor y personalidad chispeante.

Dos actividades estaban programadas para lo que quedaba de día: un taller denominado “Modelando nuestro futuro” y una visita al Campus Juan Gómez Millas donde se les impartiría un taller de radio exclusivamente para ellos. El primer taller tuvo lugar en una de las salas de la Casa Central. La actividad consistía en la discusión en torno a diversas temáticas como la casa, el liceo, la iglesia, el deporte o la calle. Precisamente en esta última es donde se produjo –a mi parecer-  la conversación más interesante.

Como un ambiente marcado por las drogas y la delincuencia es sindicada “la calle” tanto en los medio de comunicación como por la opinión pública. Sin embargo, para Iván, Kevin y otros dos compañeros la calle era un lugar de aprendizaje, aventura, comunidad y “vacile” donde el peligro claramente estaba presente, pero también la oportunidad de crecer y ser más independiente. Así lo fundamentaba el “niño rap”, apodo que dio una de las monitoras a uno de los jóvenes.

¿Cuál es el lugar donde no te gustaría estar? Decía una de las preguntas que debían contestar para llevar a cabo la dinámica. Coincidentemente todo el grupo respondió lo mismo: En la cana. Varios conocidos en situación carcelaria y el conocimiento de las condiciones dentro de estos centros de detención los hacen mirar con recelo este panorama. De esta forma, los jóvenes demuestran estar plenamente conscientes del contexto social en la que viven. Al mismo tiempo, quieren un cambio en sus vidas y superar las expectativas que el resto ha puesto sobre ellos.

Corrían las 14.07 de la tarde y los estudiantes comenzaban a abordar el bus que los llevaría hasta el Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de La Chile, lugar que aloja las carreras de Cine y Televisión y Periodismo, y donde tendrían el Taller de Microprogramas radiales. El viaje hasta destino estuvo marcado por las risas, la buena música y la compañía del Rumpy que a esa hora hacía de las suyas en las transmisiones de la “Corazón”.

Cuatro programas de no más de 10 minutos con diversas temáticas se desarrollarían en las distintas salas de radio. Estudiantes de periodismo serían los tutores y encargados de dar forma a las ideas que tenían los jóvenes. El grupo de Cecilia, la niña embarazada, tocaría una materia que la toma de cerca: el aborto. Se produciría un arduo debate entre quienes estaban a favor y en contra. Sorpresivamente, la futura madre del grupo era partidaria de la interrupción del embarazo bajo las tres causales conocidas; inviabilidad del feto, riesgo de vida de la madre y/o violación.

Luego de aproximadamente una hora y media el programa sobre el aborto ya se sostenía solo. Tenía locutores, comentaristas y fuentes que contactarían al aire. Sarai Soto, tutora del taller y estudiante de cuarto de año de Periodismo, vio muy contentos y motivados a los estudiantes. De la misma forma, destacó la madurez con la que enfrentaron el tema y la profundidad en sus opiniones.

Eran las cinco de la tarde y la actividad llegaba a su fin. Pronto emprenderían el viaje de vuelta a sus hogares con varias nuevas experiencias a cuestas. Venía el momento de las fotografías, las selfies y las despedidas. Luego de unos minutos, llegaba el bus a buscarlos. De a uno se subieron y en ese momento tuvo lugar nuestra adiós, donde agradecimos su buena onda y disposición en todo momento. Muy amistosamente respondieron con más agradecimientos. Pronto el vehículo emprendería el rumbo con los jóvenes diciéndonos “chao” por la ventana.